Parece que ya puedo decir claramente que me he reconciliado con esta ciudad. Ha cambiado mucho respecto a la que viví entre 2000 y 2002, pero tampoco yo soy la misma. No las tenía todas conmigo hace (casi) un año cuando regresé, pero a día de hoy sé que no me equivoqué para nada, que estoy donde tengo que estar… Y más importante: Quiero estar aquí.
Puede que ésta os parezca una afirmación tonta, pero llevo años de tumbos porque siempre pensé que nunca estaba donde quería estar y entonces había que buscar nuevo destino y volver a empezar todo el rato. Pero -por el momento- tengo que hacer muchas cosas que sólo puedo hacerlas con la tranquilidad que me da estar aquí, con la familia y la mar cerca. Ayuda sin duda tener un curro de supervivencia que no me quita el sueño ni me da quebraderos de cabeza y que me deja el tiempo libre necesario para hacer lo que quiero.
No tengo cerca ni a la mitad de la gente que me importa, pero el contacto se mantiene y «están» de mil formas.
No es mi ciudad favorita del mundo pero ya tengo bar favorito.
Es una ciudad que me permite andar lenta y pensar despacio, pero que me deja acelerarme tan a gusto que me puedo ir a dormir con unos puntos suspensivos colgando de la comisura de los labios.