1 de Mayo

Se celebró el día del trabajo pero bien podría haber sido el entierro de la sardina.

Entre globos gigantes, banderines y banderas se escenificó lo mismo en multitud de calles españolas, convertidas en escenarios uniformes para representar descafeinadas protestas y discursos cargados de palabras vacías. Los denominados sindicatos mayoritarios sobreviven subvencionados y los minoritarios no ocupan minutos de televisión, ni de radio ni páginas de periódicos. Sólo cuando la lían consiguen algo de repercusión, como sucedió con la manifestación paralela de Barcelona y entonces se les llama antisistema y sólo se cuenta que terminaron heridos 14 mossos pero que -«todos tranquilos»- 14 agitadores están detenidos.

Y mientras unos principitos se casaban en la Gran Bretaña aquí nos despertábamos con la cifra de 5 millones de parados… Bueno, perdón, 4,9 millones que me bailan las cifras y exagero.

Menos mal que el lunes es fiesta en mitad del país y entre ir, volver y el cabreo del atasco de regreso se nos olvida lo que se celebra o lamenta.

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