Nada ayuda a pasar estos agostos por mucho que digan que con los años te acostumbras a todo. ¡Y una mierda! Han pasado más de cuarenta y no hay forma. Sudo sin parar, me duele la cabeza, me deprimo… Eso sí, la primavera es una maravilla y las noches. Pero, ¿quién me mandaría a mí enamorarme en Sevilla?
Mejor dicho… ¿Quién me mandaría a mí enamorarme de Sevilla y una y mil veces de sus habitantes?
Porque hubo una primera excusa con nombre y apellidos –y un par de ojos que te destrozaban despacito el cuerpo y el alma- para quedarse. Después amantes y amigas y amigos que ya son familia, pero el amor que no cambia es el de la ciudad. Me atrapó y me tuve que instalar. No me quedaba opción (ni dinero para el vuelo de regreso aquel verano, porque fue otro agosto de calores -¡cómo no!- de hace medio siglo… Más de media vida… o una entera, mejor dicho, que lo de antes no cuenta. Nunca cuenta).
No sé qué narices hago en la terraza. Pero no puedo evitarlo. Casi es mediodía y estarán al pasar. 11 de agosto. ¿Por qué me llama la atención la fecha? 11-08-2011. Seguro que se me olvida el cumpleaños de alguien… ¡No falla! Quedaré fatal como siempre. ¡En fin! ¡Es lo que hay!
Mediodía. La barandilla empezará a quemar en breve y estos sin aparecer. Hoy se retrasan. Menos mal que queda comida de ayer en la nevera y no tengo que bajar a la calle porque andar con este calor y las bolsas puede ser un suicidio. Como aquellos dos…
¡Por fin!
¿Cuánto tiempo hace que los veo pasar? ¿Quince años? Se cruzan a diario debajo de mi balcón y se saludan, hablan… Últimamente hablan mucho. Normal, ella dejó de ser una cría hace mucho. Desapareció una temporada pero ha vuelto. Él hace bastante que no se pasea acompañado. Siempre me recordaron a Frida y Diego. Como un zorzal y una ballena. O la paloma y el elefante que decía la mexicana. Ummm…. ¡Qué ganas de unos tacos bien picantes! Pero con este calor mejor no… No parece que ellos sufran con la temperatura. Están maravillosos hoy. Radiantes.
Me gustan.
Son la confirmación de que todo ahí abajo sigue su curso, de que el tiempo pasa, las estaciones cambian, el calor vuelve sin tregua, las modas van y vienen… Son mi confirmación de que existen resquicios de deliciosa rutina. Constantes inalterables que estabilizan la ecuación.
Pero hoy se besan. Reducen la distancia de siempre al mínimo y se besan con bolsas de plástico en las manos. Las manos muertas. Las manos no se besan. Se van juntos y se convierten en mi confirmación de que detrás de toda rutina te puede esperar la mejor de las sorpresas. ¡Qué ganas de que llegue mañana para volver a verlos! Estarán más radiantes aún. Seguro.
Mediodía y más calores. ¡Qué siesta me espera! Once de agosto… ¿Qué tenía que hacer yo hoy? ¿O no es por la fecha?
11-08-2011
Kansas City, Estado de Kansas, Estados Unidos. Una vez vi aparcado un Seat 1430 de color café con leche con una matrícula que la tengo en mi memoria. Me pertenece. 108211.
Remezcla de uno de los relatos de «El Sur» de Silvia Nanclares escrito en Poo de Llanes (Asturias) el 24 de enero de 2012
El texto inspirador puede encontrarse aquí