El agua hasta los tobillos, el frío en los huesos, la risa en el alma y el alma en un puerto; en el puerto un adiós, un beso rápido, un “no me llores, que ya vuelvo”, pero nunca se vuelve, se llora siempre, y el alma se empapa con el agua que sube desde los tobillos a la boca para callar la risa, para congelar los huesos.