Caprichos

ciudad

Me invitan a Bolivia unos amigos-familia que andan por allí. Digo que si cruzo el charco no vuelvo y me responden que «tal y como están dejando España es para no volver». Yo me aferro al quiero vivir aquí pero empiezo a pensar que muchos lo ven como un ejercicio de empecinamiento casi infantil.

Como un capricho.

Pues sí. Estoy encaprichada.

Mucho.

Encaprichada de empezar los cambios por mí (cambiar el mundo, así en genérico, me pilla lejos). Encaprichada de querer y pensar que se puede. Encaprichada en bailar sin importar quién mira. Encaprichada con cantar a todo volumen por muy mal que lo haga. Encaprichada de soñar con unos y con otras -en voz alta y a gritos- y mirar esos sueños y decir: «Pues no parece tan difícil, ¿nos ponemos a ello?»

Encaprichada en no hacerles caso a los que dicen que «no se puede».

Encaprichada en pisar a mi ritmo aunque sean muchas las urgencias. Porque como me dijo Mr. Binaural hace unos días: «Estoy por cosas lentas. Seamos lentas». Y los que me conocéis sabéis que esa es la única manera en la que sé hacer las cosas. A fuego lento pero sin pausa. Los acelerones hacen que me pierda o que frene en seco.

2013 va a ser el año de consentírmelo todo… O al menos de empezar.

Llamadme caprichosa.

Música para esa ciudad que cambia al despertar

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