A empujones, un aire atropellado
se entromete en los cálidos asuntos
de la luz. Recostándome
intento regresar al brillo blanco
de tu pequeño vientre, a las palabras
cayendo como azúcar más allá de los labios.
Si esta brisa perpleja me toma por los hombros
habrá que restar anclas a las sombras,
sacudirse de sol, endurecer el pecho;
tendré que soltar pájaros, temores
y aceptar cualquier cambio que me traiga septiembre.
Hay un otoño nuevo en cada ojo.