No es lícito
elogiar a los astros
si nunca has acariciado
-levemente al menos-
la locura.
¡Qué poca credibilidad tiene
quien regala cielos
si jamás le ha aullado a la noche!
Cuando asome el último cometa
montémonos sobre su estela
hasta la próxima parada.
Sólo billete de ida, gracias.
Entonces,
inventaré un nuevo conjuro y
vestiré mi capa de estrellas
para revolver nebulosas
como infinitos tirabuzones.
Y esparciré tormentas
-marejadas de lunas-
que desencadenen
todos los desastres.