Es pura coincidencia que haga cinco años que te escribí esta otra carta. Pensé que había pasado menos tiempo, pero parece ser que no… Que los meses vuelan sin que nos demos cuenta y resulta que una ha pasado los 35 y le da vértigo pensar que (no) nos despedimos a los 25. ¿Tú, uno o dos más?… ¡No me acuerdo! Asco de telas de araña temporales.
La cuestión es que es 1 de noviembre, han pasado diez años de aquel otoño-ciclón que te siguió y al despertar hoy te me viniste a la mente de forma persistente y muy palpable. Será cosa de la difusa línea que separó anoche el mundo de los vivos del de los muertos, que la noche de ánimas no entiende de mercadotecnias y el año nuevo celta tiene estas cosas.
Te cuento cosas… El Toñín y el Chopan han sido papis (Mía y Diego, respectivamente), los demás por ahí andan desperdigados, no nos vemos nada pero están bien, seguro. Tendríamos para hablar largo y tendido de Cataluña, de feminismos, de Stranger Things (y otras series, pero es que ésta sé que te entusiasmaría), del cambio climático, de viajes, amores…
Esta mañana al despertar ha sido como aquellos domingos que me llamabas al mediodía, después de haber salido hasta las mil, y te venías a mi casa, nos hacíamos un café y nos metíamos juntas en la cama a repasar la noche.
Así que hoy toca no barrer, no vaya a ser que eche fuera algo de lo que hayas dejado al pasar de camino.