Han llegado los primeros sones de chirigotas gaditanas y el soniquete irremediablemente me lleva a 2008 y a Montevideo. A un piso sobre el Teatro de Tres Cruces desde el que se oían las actuaciones cada noche y a la inmersión cultural en el paisito vestida de murga y carnaval. Verano en enero. Disfraces y desfiles ligera de ropa y de cargas.
Este fin de semana he escrito un mail para gente que se va a Uruguay en menos de un mes y me responden que lo que les cuento les ha dado ganas de estar allí ya. Lo disfruté. Lo viví. Exprimí Montevideo y sé que algún día volveré. Aún no es momento. Por ahora os comparto lo que escribí en ese correo:
Ya descubriréis la ciudad a vuestro ritmo pero si tengo que dejaros alguna recomendación se centrará en andar sin parar por los 22 kms de Rambla, ir los domingos a la feria de Tristán Narvaja, tomarse un medio y medio (ojito que sube) en el mercado del puerto, descubrir el carnaval y el candombe (yo es que soy apasionada del folclore allí donde vaya), tanguear, intentar cruzarse con Galeano por la Ciudad Vieja, visitar la fortaleza del Cerro (ojo que el barrio por el que hay que llegar es de los chunguis), cruzar en Buquebus a Buenos Aires, visitar Colonia, ir a las termas, pasar de Punta del Este por mucho que digan y recorrerse la costa en dirección a Brasil (todo el departamento de Rocha con parada obligatoria en el Cabo Polonio y resistirse a desaparecer del mundo para siempre), hacerse socio de la Cinemateca, comer chivitos, sacar fotos a todos los árboles gigantes que te encuentres y a todas las aceras levantadas por raíces del centro, visitar el Centro Cultural España (en la Ciudad Vieja), olvidarse del verbo «coger», aficionarse al mate y comprarse un termo, tener «La Tregua» de Benedetti siempre a mano, escuchar a grupos como No Te Va a Gustar o La Vela Puerca, recordar que no es el trópico y que el clima es como el de aquí (invierno frío y de lluvia, verano caluroso, hay primavera y otoño), enterarse de leyendas como la del Palacio Salvo, maravillarse con la decadencia del edificio histórico de la Universidad de la República, recordar la vertiente rural del país (hay 3 vacas por habitante y gauchos como en Brasil), mi plaza favorita El Entrevero, elegir entre ser de Peñarol o Nacional (si sois futboleros), los uruguayos no son argentinos-porteños (son como sus hermanos pequeños, mucho más humildes y acogedores), cuando os pregunten si estáis de «paseo» (vacaciones) y respondáis que no, os mirarán asombrados y nadie creerá que hayáis elegido Uruguay voluntariamente (esto a lo mejor ha cambiado desde que yo estuve dado el flujo migrante que hay ahora)…
Y ese último paréntesis encierra mucho de lo que ya no conozco. Entre 2008 y 2013 hay un abismo mucho mayor de lo que puedo imaginar. Por ahora no lo comprobaré por mí misma y esperaré ansiosa las noticias de los que se van.
Por ahora me quedo con mi murga aquí.