Nos acostamos con la noticia de que parte de los jueces del Tribunal Supremo (no hubo unanimidad) ilegalizaba Bildu. Nos despertamos con el runrun de que «el enemigo número 1 del planeta» estaba muerto. Para no andarnos con eufemismos diremos que cazado y asesinado. Después tiraron el cuerpo al mar. No hay fotos.
Y nuestro Gobierno (tan antiterrorista él) se despertó con el mismo runrun y reaccionó veloz para enviar un telegrama. Sí, un telegrama en plena primera mitad del primer año de la segunda década del siglo XXI. Ya saben que las cosas de palacio… El contenido era de felicitaciones para los cazadores. A Sadam o a Ceaucescu los juzgaron y condenaron a muerte sus respectivos conciudadanos. A Pinochet lo juzgaron muchas veces y se murió viejito sin saber lo que era una cárcel aunque sí sufrió arresto domiciliario en su mansión de Londres, ojo.
Por supuesto el intervencionismo se pondera en función de quién lo ejerza y siempre ha habido categorías en todo.
Los terroristas siempre son otros.
De democracia mejor ni hablamos y la dejamos que siga descansando.
Pasad de puntillas no sea que la despertemos.