Decidió vivir pegada a una erre como la mejor forma para reírse cada vez que acechaba una pena; como estrategia para la recomposición y la reinvención constantes; como maniobra de repliege o reflexión.
Esperó sentada sobre las erres dobles de mil arreglos, mezclando las dosis justas de arrebatos y arrepentimientos. De vez en cuando tocaba imaginarse una resurrección para no morir de aburrimiento. Buscaba carreteras secundarias por las que perderse y -casi siempre- reencontrarse pasadas pasiones, (des)amores, amigos, amantes…
Eligió perder, querer, rodar, seguir, torcer, urgir, volar…