Decidí empapelarme los sentidos
con el único propósito
de poder desenvolverlos de uno en uno,
sin prisas,
degustando el crujir de las hojas cuando se abren,
cuando caen
y me dejan toda al descubierto.
Quedarán los caparazones y escudos
en un rincón cogiendo polvo
para momentos de tiniebla y guerras,
para cuando sea necesario volver a protegerme
por dentro.
Voy a terminar de quitarme la escafandra.
En cinco minutos nos vemos.