Van y vienen los fríos
como bandadas desplumadas
que no terminan de anidar
en las almenas.
Algo inquieto está el aire
que ya no sabe por dónde buscar
una salida rápida
a sus últimos aprietos.
Yo ando con la cresta despeinada
y la camisa con arrugas.
Traigo ganas de dar brincos,
de hacerme fuerte en el sofá
y vencer en una guerra imaginaria
de sartenes y cosquillas.
La calma
-siempre-
se me muestra enloquecida.