Segundo asalto

kalanchoe

Tengo un par de kalanchoes en la ventana de mi habitación que han estado hermosas y rebosantes de flores durante toda la primavera. Una de ellas -la de colores más intensos- llevaba días mustia y se había vuelto grisácea. Me dije que no pasaba nada, que a todo el mundo se le mueren las plantas y que con el clima que nos gastamos por este Norte pues que tampoco es raro que ocurran estas catástrofes botánicas.

Cogí la jardinera y la metí dentro de casa, dispuesta a desplantar a la pobre moribunda y terminar con su agonía. Entonces me di cuenta de que las flores feas se caían con el más pequeño movimiento y empecé a recogerlas una a una. Poco a poco -debajo de aquellos marchitos botoncitos descoloridos- asomó la sorpresa. Un sinfín de capullos de nuevas flores aguardaban cobijados por los viejos. Así que me puse mi mejor disfraz de peluquera-jardinera y con mimo despejé el panorama. Las inminentes habitantes de mi maceta ventanil tienen ahora toda la sabia para ellas, para coger fuerzas y explotar de nuevo en unas semanas. El segundo asalto está listo.

Diréis que por qué os cuento todo esto, que para asuntos de plantas y arbolinos ya están mis progenitores y que mis hermanas tienen mejor mano y más paciencia que yo con la vegetación. La cuestión es que no he podido evitar pensar en política mientras quitaba una a una las flores pochas y aparecían los brotes. Parece que en los ayuntamientos marchitos han entrado en tropel bosques enteros. Estoy tan expectante por mis kalanchoes como por el panorama que abren las elecciones municipales de hace una semana.

Segundo asalto. ¡Que vengan selvas!

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