Tengo el día

Tengo el día blandito y de sofá, manta y de mañana ya veremos.
Tengo el día de no pensar y  quedarme en stand-by mirando a la tele sin ver ni oír nada de lo que dicen.
Tengo el día de dormirme con los ojos abiertos y querer que la siesta dure hasta la mañana siguiente.
Tengo el día de odiarme y gustarme intermitentemente y de odiar y amar al prójimo intermitentemente también, pero más de odiar que de amar. Aunque de odiar lánguidamente, como aburrida, como sin fuerzas. Odiar sin ganas, que mira que es triste eso.
Tengo el día de quiero, quiero, quiero… Sin saber lo que quiero, lo que pido ni a quién se lo pido.
Tengo el día de caprichos.
Tengo el día de dame mimos pero no me los des, pero ofrécemelos que los rechazo, pero ya te los doy yo aunque mejor una manta para cada uno. ¿Tienes un ibuprofeno a mano?
Tengo el día de C-H-O-C-O-L-A-T-E.
Tengo el día decimonónicamente romántico: la melancolía desatada, el suspiro a flor de pecho y los ensueños encendidos.
Tengo el día de repasar fotos, escuchar música que hace años que no escucho, cebarme un mate y mirar por la ventana.
Tengo el día de ladrar y de besar, de llorar y morder, de gruñir y tejer, de cocinar y morirme a ratos.
Tengo el día bobo.
¿Será domingo?

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