Le destrozaron las manos, esas manos grandes que arrastraba con dulzura sobre su guitarra, a culatazos y después lo acribillaron con 44 balazos.
Pero su voz sigue sonando, esa no lograron silenciarla, y parece que hoy se ha dado un pasito más hacia la clarificación y la justicia.
El camino siempre se puede ir ensanchando, la libertad encuentra las grietas para colarse.