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Maestros

Guardo buenos recuerdos de algún profe de EGB, de pocos del instituto, uno de Medicina, un par de Periodismo y ninguno del máster de Comunicación Cultural.

Más que a los profesores que me enseñaron cosas concretas de determinadas materias, considero maestros y maestras a los que cada día me enseñan algo nuevo. Tengo la suerte de aprender de muchas de las personas que tengo a mi alrededor. Gente curiosa, que te plantean retos casi a diario, que no te dejan quedarte quieta porque comparten lo que encuentran, lo difunden y lo gritan a los cuatro vientos. Unos hablan de tecnología, otras de música, algunas te enseñan de miedos y otros de evolución constante. Yo intento absorber como una esponja, leo, releo, reproduzco y vuelvo a compartir lo que me llega. Nunca es bastante. Se me quedan en el tintero mil y un frentes porque estoy rodeada -física y virtualmente- de una tropa inquieta que no entiende de descansos.

En el ejercicio del periodismo pronto tuve claro que lo que había que aprender estaba en la calle. En la insistencia rutinaria con una misma. Tuve buenos ejemplos alrededor pero no fue hasta después de un año de «ejercicio de la profesión» que me encontré con el que puedo llamar mi maestro en eso de interpretar la realidad y transmitirla. Venía de haber volado bien alto durante años en sitios en los que era imposible abarcar tanta noticia. Aún así, nunca menospreció al paisito y todo lo que sus realidades esconden. Tuve libertad absoluta para proponer temas, hacer entrevistas, dar relevancia a historias mínimas… Nunca tuve ningún «no» y sí muchas horas de edición tranquila, explicándome por qué se me cambiaba una coma aquí o por qué era mejor destacar unos párrafos o declaraciones sobre otros.

Y tuvimos meriendas y desayunos y asados y horas de charla sobre mil cuestiones que no tenían nada que ver con el periodismo pero que también me enseñaron sobre él.

Hace casi un año que decidí apearme del carro. Cambiar de aires para no seguir dando oxígeno a algo que considero que agoniza. No estaba a gusto ni con la línea editorial del medio para el que trabajaba, ni con las condiciones laborales ni con las historias que contaba. Me aburrí de un oficio en el que se supone que una de las ventajas es que cada día puedes contar algo nuevo. Pero los ciclos en el entorno rural son mucho más marcados que en otras esferas. Aunque hoy por hoy tampoco ejercería en ninguna ciudad grande ya que lo que no soporto es el tejido empresarial y de intereses políticos y económicos que se mueven detrás. Mi camino será otro.

Precisamente esos puntos negros son los que -tras meses de lucha y desgaste- le han hecho a él apearse del carro. Tal vez un día de estos le explique de qué va el #periocidio aunque no creo que haga falta. Sólo espero que encuentres el sitio en el que volver a disfrutar con lo que haces y que me lo puedas contar pronto con unas cañas de por medio, que es como mejor se cuentan las cosas.

¡Nos vemos Jas!