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Caprichos

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Me invitan a Bolivia unos amigos-familia que andan por allí. Digo que si cruzo el charco no vuelvo y me responden que «tal y como están dejando España es para no volver». Yo me aferro al quiero vivir aquí pero empiezo a pensar que muchos lo ven como un ejercicio de empecinamiento casi infantil.

Como un capricho.

Pues sí. Estoy encaprichada.

Mucho.

Encaprichada de empezar los cambios por mí (cambiar el mundo, así en genérico, me pilla lejos). Encaprichada de querer y pensar que se puede. Encaprichada en bailar sin importar quién mira. Encaprichada con cantar a todo volumen por muy mal que lo haga. Encaprichada de soñar con unos y con otras -en voz alta y a gritos- y mirar esos sueños y decir: «Pues no parece tan difícil, ¿nos ponemos a ello?»

Encaprichada en no hacerles caso a los que dicen que «no se puede».

Encaprichada en pisar a mi ritmo aunque sean muchas las urgencias. Porque como me dijo Mr. Binaural hace unos días: «Estoy por cosas lentas. Seamos lentas». Y los que me conocéis sabéis que esa es la única manera en la que sé hacer las cosas. A fuego lento pero sin pausa. Los acelerones hacen que me pierda o que frene en seco.

2013 va a ser el año de consentírmelo todo… O al menos de empezar.

Llamadme caprichosa.

Música para esa ciudad que cambia al despertar

Ahora … Todo

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¿Cuándo? Ahora

¿El qué? Todo

No me valen medias tintas ni vinos tintos en vaso de chato.

Que la verdadera utopía surge cuando la situación «no puede ser pensada y hay que inventar algo nuevo». O eso dicen algunos.

Inventar no deja de ser un paso del jugar.

Y de jugar saben mucho aquí, en este otro también y en esto de más allá.

Pero es que encima no dejan de jugar estas otras, los vecinos de al lado o aquellas que asoman.

Y me diréis que menudo lío de enlaces, que esto ni es un post ni nada que se le parezca. Pero yo también juego y ruedo y salto y canto.

Desafino e imagino.

Invento.

¿Cuándo? Ahora

¿El qué? Todo

Palabra clave para entender este disparate y seguir sin entender nada: Berlín
Banda sonora: Matar vampiros

Pingüinos

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Tengo claro desde hace mucho cuál es mi animal favorito. Soy tan patosa como ellos. El calificativo de «pájaro bobo» siempre me ha provocado mucha ternura. Pero mi predilección por estos animalejos -el de la foto fue retratado en Península Valdés (Argentina) en noviembre de 2008- tiene más de filosófica que de estética.

Me explico.

Todo surgió en una habitación enana de un colegio mayor cualquiera. Paredes llenas de pósters, tochos de apuntes en la mesa y buena música. Hace más de diez años. Posiblemente fuese una tarde de otoño-invierno como hoy. Domingo seguro. Dejadme echarle un poco de literatura al asunto que los domingos siempre han sido días propicios para divagar.

Tenemos el escenario y la ambientación. Añadidle un toque de humo que en estos casos siempre acompaña bien.

¿Los personajes? Dos novatas recién llegadas a la universidad y un veterano con ganas de terminar de una vez la rutina de clases y exámenes. Buenos amigos aún a pesar del tiempo y las distancias. Terminan de ver una película. «El pingüino también es mi animal del poder», dice él y lanza al aire la pregunta de si saben por qué esas aves no vuelan. Risas, cachondeo y él que se mosquea un poco. «Ya vale que os estoy hablando en serio», protesta.

Posiblemente la conversación dio mucho de sí y fue realmente divertida en aquellos momentos pero voy al grano y resumo.

Los pingüinos no vuelan porque se les olvidó que pueden.

Si eso se traslada a la existencia de cada uno y se aplica al día a día se puede interpretar como que todos somos pingüinos. No es que no puedas hacer algo, sino que simplemente lo has olvidado. Así que ponte las pilas, sacúdete los miedos y adelante. Cambia la expresión «no quiero arriesgarme» por la de «voy a atreverme».

Hace poco que recordé que puedo volar así que en eso ando. Con una mezcla de miedo y ganas. Paralizada a ratos y excitada otros. Pasadas las dudas sólo se puede sonreír y seguir caminando.

La decisión está tomada.

La cuenta atrás en marcha.

Bzzz Bzzz

cmc

Dicen que no es el mejor momento para correr riesgos. Quédate donde estás, confórmate con lo que tienes, aguanta, total… ¿Qué vas a cambiar? Al final los de siempre siguen haciendo lo de siempre. Varían levemente decorado y actores pero todo es imperturbable. Las mutaciones no existen.

Inmóviles. Quietos. Callados. Ciegos.

Muertos.

Mentira.

Como bien dicen unas vecinas de Ciudad Juárez: «El ser humano existe al rebelarse». Precisamente para eso nacemos Mente Colmena. Con la intención de difundir, replicar, mejorar, mover, inventar, relatar, mutar constantemente.

En movimiento. Con voz. Lúcidos.

Vivos.