Interruptores

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He decidido declarar concluido marzo de 2014.

Podemos bautizar a los días que quedan por delante para tachar este mes de mierda del calendario como la semana de marbril, que suena hasta bien. O no… ¿Sólo me suena a mí a mandril? Que lo de ponerle nombre a las cosas -como a las partes del cuerpo o a las relaciones- es lo de menos. Lo que importa de verdad es que hoy se termina marzo para mí.

No entra ni una pena más en este mes ni en este cuerpo.

Aunque mejor así, que vengan todas juntas una vez al año. Concentramos los disgustos y los pasamos por encima todos a la vez. De un salto. HOP. Que asumes que ya no es ni será «como antes» nunca más… HOP. Que te toca de cerca de verdad la muerte casi siete años después de la última… HOP. Que se va lejos gente que quieres -aunque sea para mejor- y te quedas un poco más sola… HOP. Que gritas por dentro… Bueno, esto último no se va. Eso está ahí de serie y convivimos bien. El autocontrol y la seguridad están sobrevalorados

Como he tenido bastantes saltos en los últimos días, me parece prudente cerrar ya las nubes de invierno (metafóricas, que por este Norte a lo mejor les quedan aún tres meses más), me abro una birra bien fría y me siento a esperar por mayo, que con septiembre es uno de MIS meses.

Mientras tanto pienso dejar que me enciendan, que me den vuelta y me revuelvan. Que si bien no entra ni una pena más, las sorpresas nunca sobran y en la última semana me han hecho llorar -para bien- en varias ocasiones sin venir a cuento.

Esto no debería ser noticia, que siempre he sido muy llorona. La señorita Yolanda (mi profe de preescolar) decía que se me llenaba el «sacu» y que tenía que vaciarlo por lo menos una o dos veces al día. La expresión me lleva acompañando desde entonces y en casa me lo siguen diciendo a veces, aunque cada vez menos. Para qué engañarnos, desde entonces el llanto -el de verdad, ese que desborda y que se va entre hipidos- suele acompañar ataques de ansiedad (o simulacros de ellos) y al SPM (siglas que sirven tanto para el síndrome pre como post menstrual, este segundo gran desconocido y casi peor que el primero).

Uno de los interreptores ha sido musical.

Llevaba yo días con algo dentro, con esa sensación de que algo iba a pasar, como sintiendo alteraciones en la fuerza. Cuando estoy así siempre digo que ando con runrún y van Nacho Vegas y la Fundación Robo y sacan esto para regalarle a la Marea Democracia. Primera escucha: «Menuda moñez». Culpables los años de colegio de monjas y las regresiones inconscientes. Pero a los dos días o así, mientras esperaba que saltasen las tostadas, sonó en la radio sin previo aviso y… Lagrimones pal café.

«Nos quieren en soledad nos tendrán en común». HOP.

Los otros interruptores han sido gente que te mira digitalmente y te ven de verdad y te leen y te describen y te (re)conocen de una forma que hasta asusta. Guiños, besos, muchas risas, manos, estrellas y remos en el momento justo. Que estamos solas… Pero tampoco tanto ni todos los ratos. HOP.

Así que hoy me he despertado, he abierto la ventana, he desayunado, me he duchado y lavado el pelo, me he pintado las uñas de verbena, he cocinado para Inés que se iba a currar, he visto todas las imágenes de la Manifestación por la Dignidad que anoche fui incapaz de ver, he hablado con casa, he visto entre la neblina de la siesta que se ha muerto un ex presidente y he decidido que se terminaba marzo para mí.

HOP

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